domingo, 11 de diciembre de 2016

En el desamor, amar

Hace un tiempo, un poco abrumado por los estragos de la infidelidad y los celos que esto suscita pero con un fuerte deseo de sobreponerme a ello, se me ocurrió “preguntarle” a quienes suponía no sentían celos, es decir, a aquellos que practican el Polyamor, qué hacer. Así pues, me puse en la búsqueda de alguna bibliografía al respecto, lo cual me llevó a un libro muy interesante: Ética Promiscua de Dossie Easton & Janet W. Hardy, en él encontré un capítulo dedicado a este sentimiento tan perturbador, y ciertamente me hizo bien conocer el punto de vista allí planteado. Pero esta nota no es precisamente sobre los celos, es sobre una sugerencia muy particular que llamó mi atención en dicho capítulo. En él, las escritoras sugieren hacer algo especial en aquellos momentos en los cuales nos sentimos menos amados, despreciados o desvalorados —sentimientos comunes cuando la persona que amamos se aleja de nosotros o tiene una aventura sexual con alguien más—, en otras palabras, cuando sentimos el peso del desamor:

“Una nota final sobre el amor: un remedio para el miedo a que no nos quieran es recordar lo bien que se sienta querer a alguien. Si no sientes que te quieren y quieres sentirte mejor, quiere a alguien y mira lo que sucede”.

Hoy mientras leía un libro completamente diferente, El Test de la Golosina por Walter Mischel, encontré otro señalamiento que sugiere la misma estrategia a la hora de afrontar este tipo de situaciones tan fuertes emocionalmente. Esta vez, dichas aseveraciones tienen un fundamento experimental y, se basan en investigaciones que han comprobado la eficiencia de pensar en buenos estímulos a la hora de calmarnos cuando una emoción fuerte y negativa nos perturba.

“Si los analgésicos de venta libre no ponen remedio al corazón destrozado de María [Las investigaciones dicen que el dolor al rechazo registra actividad cerebral en las las mismas áreas que se activan cuando hay presencia de dolor físico]*, y ella no puede realizar las difíciles acrobacias mentales necesarias para contemplar su experiencia como la mosca observadora en la pared [Técnica para distanciarse a si mismo de la situación perturbadora, Imaginarte que eres una mosca posada en la pared observando la situación. Un poco gracioso, pero bueno.]*, existe otro antídoto. Cuando sentimos el dolor del rechazo, nos sirve de ayuda pensar en las personas a las que estamos unidos de forma duradera y segura. Del mismo modo que la visión de una fotografía de la persona que nos ha rechazado puede reactivar el dolor de nuestro corazón roto, pensar en las personas con las que estamos muy unidos, personas que queremos y que nos quieren, puede hacernos más fácil la tarea de vencer el tipo de dolor que mantenía a María atrapada en el pasado. Este antídoto es máximamente efectivo en personas que se hallan muy apegadas a otras en sus vidas; no funciona tan bien en las que evitan esos vínculos y las relaciones estrechas”.

Así pues, aunque esta última cita sugiere solo pensar en las personas que nos aman y con quienes sentimos fuertes lazos, compartir realmente con ellas puede aliviar aún más  nuestro dolor. La fuerza e influencia del sentimiento amoroso es bastante reparador, el amar activamente, compartir con los seres queridos o amados y amarlos justo en esos momentos cuando nos sentimos menos amados es quizás una de las mejores estrategias para superar los malos momentos. Cuando menos amados nos sintiéramos, más amar deberíamos.

Por otro lado, para aquellos que no conocen de qué se trata el Test de la Golosina les sugiero vean el siguiente video, y si se encuentran con que son de aquellos que siempre se comen el marshmallow y, creen que les vendría bien aprender a esperar un poco para luego obtener una mejor gratificación, leer el libro puede darles un buen punto de referencia para comenzar.

Las investigaciones sugieren que aquellos quienes tiene una buena capacidad para no ceder ante la tentación y la satisfacción inmediata, por lo general tienen mejores resultados a la hora de la realización económica y social, son personas más estables, seguras, y con menos tendencia a las adicciones y a la enfermedad.






*Nota personal para contextualizar e ilustrar un poco lo que precedía en el párrafo.

jueves, 10 de noviembre de 2016

El Dilema Mente-Cuerpo Pensar-Hacer






Leyendo El Gran Libro del Yoga de Ramiro Calle. En la página dos hace mención a esto que tanto he estado pensando sobre cuál es la manera de alcanzar la tranquilidad… Si se hace por medio de la mente como medio o, por el cuerpo como medio. En este libro, el autor dice que se trata es de subyugar a  la mente, es decir, impedir que la mente nos controle, ya que lo usual es que la mente "vele" u obstruya nuestra visión o nuestra voluntad. Argumenta que subyugando la mente -meditando, manteniendo una posición quieta o practicando yoga, esto es, controlando el cuerpo-, ésta, la mente, en vez de velar, devela.

" [El Yogui] se  ejercita para poner la mente bajo el yugo de su voluntad y su conciencia, a fin de que la misma mente que es la que vela (cuando no está desarrollada y purificada) sea la que desvele." 

Siempre nos han tratado de inculcar que la mejor manera de lograr el control es a través del control de nuestros pensamientos, de nuestra mente y nuestra racionalidad. Pero parece ser que otra vía -quizás más efectiva- para alcanzar este propósito es por medio del control del cuerpo. El pensamiento, atrapado en el cuerpo no tiene otra opción de aceptar su destino, callar, aceptar sus límites y entender que, piense lo que piense, en últimas, lo que cuenta es lo se haga.

martes, 2 de agosto de 2016

La paradójica depresión

Parece que la depresión fuera un sujeto bastante pedante. Es paradójico que algo tan deprimente y pesimista se piense tan superior a los otros, que nada le baste, le complazca, le guste, o le sea suficiente, y que por el contrario, el mundo o la vida no valga la pena.

viernes, 29 de julio de 2016

Amar Ser Amado, El Viejo Dilema

Pensando sobre el amar y ser amado, se me ocurre que amar sólo debe estar enfocado a aceptar lo que más nos disgusta del otro, pues es allí donde él, el otro, necesita ser tolerado, aceptado, donde necesita apoyo y comprensión. En cambio, por el contrario, son las cosas más positivas y que nos gustan del otro las que nos aman a nosotros mismos, las que nos toleran, soportan y apoyan cuando nuestras particularidades más molestas salen para hacernos delicados, débiles, orgullosos y susceptibles. Cuando decimos amar esas cosas tan buenas de los otros, sólo nos estamos Amando a nosotros mismos por medio del beneficio que estas cosas traen a nuestra propia existencia.